María sigue pensando en su pequeñita y abraza su altar de piedra. El frío enroje sus mejillas, se miran sonrojadas y se sueltan las manos. Y se miran en los charcos del invierno pasado. La vida ha pasado y la muerte se la ha llevado pero ambas protegen el amor que les queda.
Como una diosa del Olimpo, ella recoge las lágrimas de María y las suelta como rayos al vacío. Mira a su amada y le promete una nueva vida en una nueva primavera y un nuevo comienzo de esos que no olvidan. Agarran su foto y la arrugan fuerte en un último llanto de dolor.
Y después de unos últimos momentos de dolor ella le dice que sí, se esconde entre sus brazos y vuelve a sonreír.
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